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En un motor de combustión interna se quema un combustible. El motor convierte esa energía química en la energía mecánica necesaria para mover las ruedas. Los combustibles más usados son la gasolina y el gasóleo, obtenidos del refinado del petróleo, que en algún momento se agotará. Otro problema es el humo que resulta de la quema. Contiene productos adversos para la salud como el monóxido de carbono (CO), los óxidos de nitrógeno (NOx) y hasta hace pocos años también plomo. Además contiene gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono (CO2) y NOx.
Con estos motores se podrían usar otros combustibles que no dependen del petróleo (hidrógeno, alcohol, gas natural), pero en la actualidad no se podría fabricar suficiente combustible alternativo para todos los coches en circulación.
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El motor eléctrico convierte energía eléctrica en mecánica. Consiste en una parte fija, estátor, y otra móvil denominada rotor que gira sobre un eje. El rotor contiene varios electroimanes cuya polaridad magnética cambia según el ángulo (se invierte el sentido de la corriente). El estátor de un coche pequeño tiene imanes permanentes, que no requieren energía eléctrica. El rotor gira debido a que los polos iguales se repelen y los distintos se atraen (ver animación). Los coches grandes necesitan motores más potentes, por lo que en el estátor también se usan electroimanes.
La corriente eléctrica procede de una batería que hay que recargar en un enchufe del garaje o en una electrolinera. Un motor eléctrico no contamina siempre que la energía eléctrica con la que se carga su batería proceda de fuentes renovables limpias.
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En algunos coches el motor eléctrico no usa una batería, sino una pila de hidrógeno de tipo PEM (membrana de intercambio protónico). Como en una pila eléctrica, un proceso químico genera electricidad, pero la de hidrógeno sigue funcionando mientras se le suministre hidrógeno y oxígeno. Al llegar al ánodo, el hidrógeno se descompone en protones H+ y electrones e-. Los protones pasan por el electrolito y los electrones por el motor eléctrico. Al llegar al cátodo se combinan con el oxígeno para formar agua y se genera calor.
En la actualidad los coches de hidrógeno son caros debido a los materiales empleados en su pila. Además la energía que se consigue con el hidrógeno es menos de la mitad de la que costó generarlo.
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Otra alternativa que se investiga en la actualidad es el motor neumático o de aire comprimido, si bien siguen siendo prototipos. Como el motor eléctrico, no es algo reciente sino que ya existían locomotoras y otros vehículos impulsados por aire comprimido a finales del siglo XIX (ver ilustración). Sin embargo este tipo de motor no era tan eficiente como el eléctrico, que lo sustituyó. Como sucede con los coches de hidrógeno, uno de aire se recargaría mucho más rápido que uno eléctrico. Al usar aire se trata de una alternativa limpia, siempre y cuando se utilice energía limpia al purificar y comprimir el aire.
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