Como hemos visto, el manto superior es viscoso y tiene movimientos de convección muy lentos. Por encima están las placas tectónicas de la corteza, que también se mueven lentamente. Las placas pueden alejarse (límite divergente), deslizarse a lo largo de una falla (transformante) o bien chocar entre sí (límite convergente). En este último caso, si ambas placas tienen corteza continental, se generan cordilleras como el Himalaya y los Pirineos. En cambio si al menos una de las placas tiene corteza oceánica, entonces aparecen volcanes.

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Cuando se encuentra una corteza continental (más densa) con otra oceánica (menos densa) la placa oceánica se mete por debajo de la continental: es la zona de subducción. La energía acumulada en estas zonas genera el 90% de los terremotos en la Tierra.

La corteza oceánica acaba fundiéndose en el manto y el agua de sus rocas se evapora, derritiendo parte del manto. Esta lava y los gases suben a la superficie de la placa superior dando lugar a volcanes muy explosivos a causa de los gases. Por otro lado, en el límite entre ambas placas se crea una fosa oceánica. Cuando ambas placas son oceánicas resultan unas fosas muy profundas y los volcanes creados en la placa superior dan lugar a islas.

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Título resultado

La fosa de las Marianas resulta del encuentro de la placa del Pacífico con la placa de las Marianas. Cerca de esta fosa están las islas Marianas, de origen volcánico. Esta fosa es la más profunda de la Tierra con casi 11.000 km de profundidad.

En cuanto a las islas volcánicas creadas por dos placas oceánicas, es la de Sumatra la que posee el volcán más alto: el Monte Kerinci, con 3.805 metros sobre el nivel del mar. Le gana el Mauna Kea (4.207 metros) en Hawái, cuyo origen es un punto caliente, no un límite convergente.

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